La paradoja de Durban

Puerto explotación carbónComo ya sabeis, en Efimarket, tu portal de eficiencia energética, estamos muy atentos al devenir de la cumbre climática que estos días se celebra en Durban. La política energética mundial a corto y medio plazo y el futuro del Medio Ambiente están en juego y sin embargo nos seguimos encontrando paradojas tan curiosas como la del puerto Richards Bay, el mayor puerto exportador de carbón del mundo, y que se encuentra a tan solo 170 kilómetros de Durban.

Podría ser una visita obligatoria para los 15.000 negociadores de 195 países congregados en la Cumbre del Clima de Durban (Suráfrica). Pero no lo es. La mayor parte, de hecho, ni siquiera sabe que existe, pese a encontrarse a tan sólo dos horas en coche por la autopista de cuatro carriles que atraviesa Zululandia. Es Richards Bay, el mayor puerto de exportación de carbón del mundo, una gigantesca lanzadera de calentamiento global a todo el planeta, incluida España. Su eslogan no engaña: «Carbón para el mundo, crecimiento para la nación».

Su eslogan no engaña: «Carbón para el mundo, crecimiento para la nación».

Cada año, Richards Bay es capaz de exportar 91 millones de toneladas de carbón, el combustible más dañino para el clima del planeta. Emite el doble de CO2 que el gas natural. Cuando los negociadores de Durban hablan en abstracto de reducir las emisiones, se refieren a eliminar el carbón. Pero más de 700 buques surcan anualmente las aguas surafricanas, infestadas de tiburones blancos, para cargar sus tripas de carbón y llevarlo a los confines del globo. La española Gas Natural Fenosa compró en 2007 el 64% de Kangra Coal, una empresa que cuenta con una participación del 2,3% en Richards Bay y exporta 1,9 millones de toneladas anuales de carbón.

Visitar el puerto de Richards Bay es darse de bruces con la realidad, disfrazada a menudo de verde en cumbres como la de Durban. Los principales emisores de CO2 del mundo llevan cinco años anunciando supuestos esfuerzos para reducir sus gases de efecto invernadero. Sin embargo, en este lustro, el carbón ha pasado de producir el 25% de la energía primaria del planeta a rozar el 30% actualmente. Y Richards Bay ha crecido. En 2005, sólo exportaba 70 millones de toneladas. «Todos los socios deben unirse a la fiesta», declamó el 4 de febrero de 2010 el director ejecutivo de la terminal, Raymond Chirwa, poco después de anunciar su intención de multiplicar aún más sus exportaciones.

El paraiso de la antracita

En el puerto no quieren testigos incómodos, a sabiendas de que, a 170 kilómetros, hay centenares de periodistas medioambientales de todo el planeta. Sortear el primer control de seguridad del puerto es sencillo. Una barrera se alza y deja paso a 12 kilómetros de carretera en obras, con raíles en paralelo sobre los que ruedan cientos de vagones de mercancías desde las minas del interior. Y por aquí y por allá, gigantescas montañas de hulla y antracita. Pero, al llegar a la terminal de carbón, prohibido el paso. Una portavoz de Richards Bay insta a «intentarlo en enero», alegando «motivos de seguridad» y subrayando que «no suele haber visitas para periodistas».

Mientras en Durban negocian cómo acabar con el carbón, Richards Bay crece a espaldas del planeta. Y con el puerto se expande todo el sector. Los principales bancos del mundo prestaron 232.000 millones de euros a la industria del carbón entre2005 y 2010, según un informe presentado al comienzo de la cumbre por ONG ambientalistas. Los bancos más generosos con este combustible fósil fueron JP Morgan Chase, con 16.500 millones de euros; Citi, con 13.700 millones; y Bank of America, con 12.600 millones, según el estudio. «Curiosamente, casi todos los 20 bancos asesinos del clima de nuestro ranking han hecho declaraciones sobre su compromiso en la lucha contra el cambio climático», criticó Yann Louvel, de BankTrack, una ONG que vigila las actividades de los bancos.

Las palabras van por un lado y los hechos por otro. También en Richards Bay. En su página web, la terminal de carbón afirma estar «trabajando en armonía con el medio ambiente». Ningún portavoz quiso detallar en qué consiste exactamente ese compromiso.

«Richards Bay, alimentada con las minas de carbón que siguen abriéndose, es el símbolo del cinismo de los gobiernos en Durban», opina Ferrial Adams, responsable de la campaña de cambio climático de Greenpeace Suráfrica. Su país, anfitrión de la cumbre del clima, produce el 93% de su electricidad con carbón. China, el 80% e India, el 70%. EEUU, pese a su potente parque atómico, el 45%. En España, el mineral sólo cubrió el 8% de la demanda eléctrica en 2010, cayendo un 34% respecto a 2009.

Coste económico vs. coste ambiental

Soltar el lastre del carbón es la monumental tarea que tienen sobre la mesa en Durban, donde ayer las negociaciones seguían bloqueadas principalmente por EEUU. Y ese desafío cuesta billones de euros, como ha dejado claro el presidente surafricano, Jacob Zuma. «El mayor escollo es financiero», explicó el fin de semana en la cumbre. «Los costes de las energías renovables son mayores que los de las no renovables, que en el caso de Suráfrica es el carbón. Objetivos de energías renovables supondrían un incremento de 660 millones de dólares anuales en nuestra factura energética», aseguró Zuma.

China consumió 2.500 millones de toneladas de carbón más que E.E.U.U, que es el segundo mayor consumidor.

Suráfrica, con 141 millones de toneladas quemadas, fue el sexto país que más carbón consumió en 2010, según la Asociación Mundial de Carbón. Si se extrapolan los cálculos de Zuma a China, hay que temblar. El gigante asiático devoró 2.500 millones de toneladas de carbón, el triple que EEUU, segundo mayor consumidor. Adams, de Greenpeace, recuerda además el precio en vidas del carbón. «En Suráfrica, los mineros acaban teniendo problemas de salud relacionados con su trabajo», lamenta. La Asociación Nuclear Mundial, que agrupa a las empresas que producen el 90% de la energía atómica mundial, es la más descarnada a la hora de criticar los peligros del carbón. Entre 2000 y 2008, más de 4.000 mineros murieron cada año sólo en China.

Los lobbies mundiales del carbón luchan en los pasillos de Durban para frenar un acuerdo global de reducción de emisiones. El año que viene, la batalla de la cumbre del clima se celebrará en Qatar, un país productor de petróleo con las mayores emisiones per cápita del mundo. Un digno sucesor para Durban.

Fuente: Público

La carrera espacial

Cumbre climática DurbanEn estos días en los que se está discutiendo el futuro energético del planeta en Durban, hay quien parece más preocupado por ultimar los detalles de la nueva expedición a Marte que por los peligros reales (y tangibles a estas alturas) del ‘global warming’. ¿Acaso le sigue importando al mundo si los americanos les ganan la carrera espacial a los rusos o viceversa? ¿Acaso hemos vuelto a la década de los 60 y no nos hemos enterado?… pues bien, esa es la impresión que da. Aunque a lo mejor es una vuelta de tuerca y lo que parece un nuevo alarde de chulería, de a ver quien la tiene más larga (la nave espacial, claro), resulta que es  una carrera por ver quien es el primero en colonizar Marte y se hace con los mejores terrenos a pie de playa, que oiga usted, al paso que vamos, no nos va a quedar más remedio que cambiar nuestra residencia al planeta rojo. Al hilo de esto, el presidente de la Fundación Energías Renovables, Javier García Breva, ha escrito una tribuna que desde la redacción de Efimarket os recomendamos encarecidamente que leais. Aquí va la reproducción íntegra:

Mejor Durban que Marte

El comienzo de la conferencia sobre cambio climático de Durban ha coincidido con una nueva misión de EEUU a Marte para investigar la existencia de condiciones de vida en el planeta rojo. Dos semanas antes Rusia lanzó otra sonda espacial a las lunas de Marte, de la que se perdió contacto y acabará estrellándose en la Tierra. Parece como si las grandes potencias estuviesen más interesadas en hallar condiciones de vida extraterrestre que en conservar las de nuestro planeta o que hayan decidido buscar nuevos recursos marcianos a largo plazo para, entre tanto, esquilmar más rápidamente los de la Tierra.

El mal presagio con el que comienza la cumbre de Durban ni siquiera ha podido eliminarse con los pésimos datos que se han hecho públicos y que siguen mostrando a todo el mundo la inoperancia de las políticas contra el cambio climático. La ONU y la Organización Meteorológica Mundial han anunciado que en 2010 se alcanzaron niveles record de emisiones de CO2, que desde el año 2000 se han incrementado un 30%  y un 45% desde 1990. La Agencia Internacional de la Energía estima que de continuar esta tendencia, a partir de 2017 los impactos del cambio climático serán ya irreversibles y por cada dólar no invertido en cambiar el modelo energético, a partir de 2020 tendremos que gastarnos 4,3 dólares en combatir el calentamiento global.

El coste de no hacer nada garantiza una crisis de efectos imprevisibles para las próximas generaciones.

La causa de la pésima evolución en los esfuerzos contra el cambio climático está en seguir manteniendo un modelo energético y económico basado en el mayor consumo de gas, petróleo y carbón y en destinar a los combustibles fósiles ayudas y subvenciones por un importe casi siete veces superior a las que se destinan a las fuentes renovables. El desarrollo de las energías limpias es claramente insuficiente para alcanzar niveles significativos de reducción de emisiones contaminantes a la atmósfera y la propia AIE estima que se deben multiplicar los objetivos de crecimiento de las renovables, triplicando las ayudas que reciben y eliminando las que se destinan a las fuentes fósiles.

La lucha contra el cambio climático exige políticas más agresivas para reducir el consumo de carbón, gas y petróleo. La eficiencia energética y la integración de las renovables en nuestras ciudades, nuestros edificios y en el transporte han de pasar del escaparate de la responsabilidad social corporativa a constituir derechos y obligaciones para todos.

El cambio climático se percibe de forma distorsionada en una sociedad como la española.

El CO2 tiene la cualidad de ser incoloro, inodoro e insípido y por tanto imperceptible. Convencer de su existencia es difícil y solo los elevados y peligrosos niveles de contaminación atmosférica, de anticiclón en anticiclón, le da presencia en los medios; pero desaparece con la lluvia. Los primeros impactos del cambio climático, como el deshielo del Ártico, las inundaciones en Asia, los crecientes desastres naturales o la subida del nivel de los mares se contempla como algo muy lejano en el tiempo y el espacio como para preocuparse. Aquí se prefiere, por ejemplo, seguir gastando mucho dinero todos los años en reponer la arena de las playas o los paseos marítimos antes que pensar en el impacto del cambio climático en el Mediterráneo.

Lo que nos espera si continuamos disfrutando y apoyando la economía de los combustibles fósiles son más crisis financieras y de suministro de energía. El mayor consumo de gas, petróleo y carbón hace subir sus precios al tratarse de fuentes agotables y que tenemos que importar de países extranjeros inestables. Son fuentes que generan subidas de precios generalizadas y subidas de tipos de interés.Este es el origen de todas las crisis económicas. Pero el cambio climático va a traer crisis mayores de las que hemos conocido hasta ahora debido principalmente a la subida del nivel de los océanos.

En las pasadas cumbres de Copenhague y Cancún se puso de manifiesto que aún hay una resistencia mayor al cambio que supone la lucha contra las emisiones de CO2 y es el cinismo de quien defiende lo mismo y lo contrario, quien en los discursos apoya las fuentes renovables y mayores objetivos de reducción de emisiones pero en sus países multiplican las ayudas al carbón, al gas y al petróleo, levantan barreras contra las renovables y se someten a los intereses de las fuentes fósiles. El cinismo, al negar el problema, es ya la mayor arma de destrucción masiva y el muro que hay que derribar para que la economía y la energía dejen de ser una actividad especulativa y dejen paso a la innovación que supone un crecimiento libre de emisiones contaminantes. La futura riqueza y el futuro empleo están ahí.

Pero la economía de los combustibles fósiles también es el origen de casi todos los conflictos en el mundo y la dependencia del petróleo la mayor pérdida de soberanía para cualquier país. Marte también es el dios de la guerra.

La Fundación Renovables lo ha repetido constantemente: enfrentarse al cambio climático exige enfrentarse al cambio de modelo energético. Ahora ese cambio ya no puede demorarse y si no se hace desde los Consejos de Administración o los Consejos de Ministros, deberá ser una exigencia que surja y se persiga desde la sociedad. Sí, mejor avanzamos en Durban y no pensamos en emigrar todos a Marte.

Fuente: Fundación Renovables