Una flota de aviones, la última línea de defensa contra el cambio climático

penacho volcanico desde el espacio - efimarketMientras los políticos firman cada año acuerdos para reducir las emisiones que están detrás del cambio climático para incumplirlos después, los científicos están buscando vías para reducir su impacto. Desde colocar enormes espejos en el espacio para rebotar la radiación solar a convertir los océanos en sumideros de carbono, la geoingenería propone alterar el clima a escala planetaria.

Aunque los ecologistas temen que sea peor el remedio que la enfermedad, la dispersión de partículas reflectantes en la troposfera gana enteros como la mejor arma contra el calentamiento. Un estudio ha analizado seis posibles mecanismos para esparcirlas allí arriba, encontrando que una flota de aviones diseñados para esa misión sería la última línea de defensa para evitar el desastre.

Investigadores de las universidades de Harvard y Carnegie Mellon, junto a la empresa Aurora Flight Sciences, todas estadounidensse, han elaborado un informe sobre varios sistemas de gestión de la radiación solar que llega a la superficie de la Tierra. Han puesto el foco en la viabilidad técnica y el análisis de costes económicos de llevar toneladas de aerosoles hasta la troposfera, unos 20 kilómetros por encima de nuestras cabezas. No entran a valorar su eficacia ni sus riesgos, que dejan a los políticos.

La gestión de la radiación solar es una de las mayores apuestas de los geoingeniero para mitigar los efectos del calentamiento. Copiando un fenómeno natural como es el de la reducción de la temperatura provocada por las nubes de las erupciones volcánicas, los científicos han ensayado en laboratorio varios sistemas para recrear esta pantalla protectora.

Pero este nuevo estudio huye de polémicas. Sus autores, que lo acaban de publicar en Environmental Research Letters, se han limitado a analizar la viabilidad de seis tecnologías desde el punto de vista de la ingeniería y su coste económico. Analizaron desde la formación de una flota de aviones hasta el uso de cañones, pasando por varios dirigibles como medios para dispersar las partículas.

«El sistema más factible en este momento parece ser la fabricación de aviones de nuevo diseño», explica Jay Apt, director del Centro para la Industria Eléctrica de la Carnegie Mellon y coautor del estudio. Por su elevado coste, desaconsejan el uso de cohetes o cañones. Los primeros, desplegarían sus alas una vez llegados a su destino y, dispersadas las partículas, replegarían sus alas y caerían al suelo. En cuanto a los cañones, comprobaron la dificultad de usar unos nuevos de 16 pulgadas que está creando la Marina de EE.UU.

DIRIGIBLES, COHETES Y CAÑONES

La opción más barata teóricamente es la de usar dirigibles como dispersores. La nueva generación HLA poco tiene que ver con los zeppelin pero aún así, su maniobrabilidad a tan alta altura es un reto que la ingeniería actual no puede garantizar. Por eso, los investigadores apuestan por los aviones. Analizaron cinco tipos de aeronaves que hay en el mercado, desde un Boeing 747 hasta el bombardero supersónico Rockwell B-1B. Pero si los primeros no están diseñados para volar a 20.000 metros de altura, los segundos tendrían un coste de operación muy elevado.

El estudio sugiere diseñar un nuevo avión específicamente preparado como un dispersor desde cero que podría superar el principal obstáculo que tiene el resto de opciones: la altura. Se podría desplegar una flota de varias decenas de aeronaves a entre 18 y 25 kilómetros y en una franja que va desde los 30º norte y los 30º sur, en la zona intertrópicos, donde se concentra la mayor parte de la civilización. Esta flota sería capaz de reducir el flujo solar en un vatio por metro cuadrado dispersando en la troposfera un millón de toneladas de aerosoles (partículas de dióxido de azufre) al año.

El coste de llevar unos 20 kilómetros arriba esa cantidad de partículas y dispersarla iría desde los 800 millones de euros hasta los 1.500 millones cada año, dependiendo de la tecnología usada. Para los autores, esta cifra es más que asumible. Los daños derivados del cambio climático o el dinero dedicado a reducir las emisiones de carbono podrían suponer entre el 0,2% y el 2,5% del PIB mundial en 2030, según datos del IPCC. En euros, eso serían entre 160.000 millones y 2 billones de euros. Ninguno de los seis sistemas que analizan los investigadores costaría el 1% de esa cantidad.

Aunque el foco del estudio no es la eficacia de la gestión de la radiación solar ni sus posibles efectos secundarios, sí reconocen que es algo a tener en cuenta. Un sistema a escala global como este, podría alterar de forma irreversible el clima cambiando, por ejemplo, el régimen de lluvias de terceros países.

Hay otro riesgo: que los políticos usen estos aviones como tirita. «Debemos tener mucho cuidado y destacar que el bajo coste de la geoingeniería es sólo un aspecto de la gestión de la radiación solar», advierte Apt. «Hay muchos otros aspectos y esta opción no debería servir a los países para dejar de controlar sus emisiones sino como último recurso en el caso de que los daños climáticos sean inminentes», añade.

Fuente: MadrI+D

La Asociación Americana de Meteorología también confirma la existencia del calentamiento global por causas humanas

cambio climatico - efimarketSi hablamos de cambio climático, ciertos grupos en los Estados Unidos (y en otros lugares del mundo) son todavía reticentes a la idea, a pesar de las evidencias del ejército de EE.UU., la Comisión Forestal de EE.UU., la NASA y una gran variedad de estudios científicos independientes.

Ahora, después de años sin pronunciarse claramente a favor o en contra de la teoría, la American Meteorological Society ha publicado su posición oficial sobre el cambio climático, y creen que la Tierra se está calentando en realidad debido a la actividad humana.

En un comunicado oficial, la American Meteorological Society, dice: «Hay pruebas inequívocas de que la atmósfera inferior de la Tierra, el océano y la superficie de la tierra se están calentando. El nivel del mar está subiendo, y los glaciares y el hielo ártico se están derritiendo».

«La causa dominante del calentamiento desde la década de 1950 es la actividad humana. Este hallazgo científico se basa en una amplia y convincente de la investigación. El calentamiento observado será irreversible durante muchos años en el futuro, e incluso se producirán mayores incrementos de temperatura en la atmósfera si los gases de efecto invernadero continúan acumulándose».

El grupo añadió que aunque existía la posibilidad de que este calentamiento respondiera a ciclos naturales de la Tierra, la evidencia apunta claramente a la actividad humana como la causa del cambio de clima que la Tierra está experimentando actualmente.

Entre las pruebas citadas incluye el hecho de que todos los años más cálidos en los registros de temperatura global hasta 2011 han tenido lugar en 1997, 2005 y 2010, siendo estos dos últimos los más cálidos en más de un siglo de registros globales.

«Queda claro, a partir de una amplia evidencia científica de que disponemos, de que la causa principal del rápido cambio en el clima de los últimos cincuenta años es la actividad humana, y está inducido por el aumento en la cantidad de gases de efecto invernadero en la atmósfera, como el dióxido de carbono (CO2), los clorofluorocarbonos, metano y óxido nitroso», declaró el portavoz de la asociación. «El más importante de ellos en el largo plazo es el CO2, cuya concentración en la atmósfera está aumentando, principalmente como resultado de la combustión de combustibles fósiles y la deforestación».

La sociedad también advirtió que sus simulaciones han pronosticado un aumento de la proporción de huracanes de categorías más fuertes (4 y 5 en la escala Saffir-Simpson). Asimismo, aunque el número total de tormentas no va a cambiar y las olas de calor y frío continuarán, habrá períodos cálidos proporcionalmente más extremas. La sequía y las altas temperaturas también ejercerán presión sobre los sistemas de cultivo del mundo.

Si no se toma en serio la necesidad de cambiar nuestros principales sistemas de producción energética a sistemas basados en energías renovables, las consecuencias del desastre que se avecina serán cada vez más y más graves, hipotecando el futuro de los habitantes de la Tierra, de nuestros hijos y descendientes. DesdeEfimarket no nos cansaremos de repetirlo una y otra vez hasta que los gobernantes no se pongan manos a la obra.

Vía Inhabitat

Comprobado: fertilizar el mar reduce el CO2

fertilizar con hierro reduce el co2 - efimarketNada de sembrar vientos para recoger tempestades. Si lo que se quiere es disminuir los gases de efecto invernadero, una ayuda puede ser sembrar el mar con hierro para fertilizar las algas.  El ensayo del barco Polarstern, en el que participan investigadores españoles, parece que ha dado sus frutos, según pubica Nature.

La idea parece sencilla… pero es arriesgada: si las plantas son el mayor sumidero de CO2 del planeta (la Amazonia no se ha ganado su apodo de pulmón del planeta solo por el oxígeno que libera), hay que ir donde más masa verde se acumula: el mar. Las algas, sobre todo las diminutas que forman el fitoplancton, son la base de la cadena trófica marina. Y, como buenos vegetales, necesitan cantidades ingentes de carbono para sus estructuras, por pequeñas que sean.

En verdad su problema no es la falta de este compuesto. Con lo que producen los humanos, el aire está lleno (y su cantidad va en aumento). Pero ni el alga más modesta se conforma con solo carbono. Igual que el ser humano tiene unos requerimientos de minerales y otros productos, a su escala las algas también lo necesitan. Así que la idea del proyecto consiste en abonar el mar para que las algas, así estimuladas, atrapen el CO2 al proliferar. Dicho y hecho. En enero de 2009 comenzó la siembra de seis toneladas de sulfato de hierro en polvo (como el que se vende como abono para plantas) en un área de 300 kilómetros cuadrados del  océano Antártico.

Los resultados han sido positivos. Según publica Nature, por cada átomo de hierro, se absorbieron 13.000 de carbono. Gracias al número de Avogadro y unas pequeñas reglas de tres, la proporción se puede visualizar más fácilmente así: por cada gramo de hierro, 2,7 kilogramos de carbono. La mitad de esta cantidad acabó a más de mil metros de profundidad cuando las algas murieron. Es decir, se consiguió el propósito de retirarlo de la circulación.

Sin embargo, ni siquiera los autores del trabajo lo consideran definitivo. El propio Victor Smetacek, un biólogo marino del Alfred Wegener Institute de Berlín que dirigió el trabajo, admite que hay todavía incógnitas. Ya hay experiencias en las que arrojar fertilizantes —de manera involuntaria— al mar han causado un desastre. Es lo que sucede con los desiertos marinos, como el de la desembocadura del Misisipí, donde las algas, al crecer, consumieron todo el oxígeno del agua y la dejaron yerma para cualquier forma de vida.

Otro riesgo es que se creen plagas de algas (como las famosas mareas rojas o pardas) que acaben con otras formas de vida por liberación de tóxicos o pura competencia por los nutrientes. Además, la composición del fitoplancton podría cambiar al modificar artificialmente sus condiciones de vida, con consecuencias imprevisibles.

La solución, como en casi todo lo que empieza, está en seguir investigando.

Fuente: El País

Las concentraciones de los gases de efecto invernadero crecen imparables

gases efecto invernadero - efimarketLos datos obtenidos en el Observatorio Atmosférico de Izaña, de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), indican que con respecto a 2010 el pasado año han aumentado en el 0,6 por ciento las concentraciones de dióxido de carbono (CO2), en el 0,55 las de metano (CH4), en el 0,32 las del óxido nitroso (N2O) y en el 3,9 las de hexafluoruro de azufre (SF6). Las medidas de dióxido de carbono y metano se realizan en el Observatorio de Izaña desde 1984, mientras que las de óxido nitroso y hexafluoruro de azufre se iniciaron en 2007.

Los datos se observan en la web www.aemet.izana.org, y los investigadores recuerdan que el efecto invernadero es natural y no es dañino en sí, sino que permite el desarrollo de la vida en la Tierra, ya que gracias a él se disfruta de temperaturas templadas, que hacen posible el desarrollo de los seres vivos. Lo que sí es nocivo es el incremento rápido en la concentración de estos gases de efecto invernadero como consecuencia de las actividades humanas.

En la actualidad lo que ocurre es que el aumento tan grande de las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera desde la revolución industrial está aumentando el efecto invernadero, lo que provoca un cambio climático acelerado.

Los culpables

El hexafluoruro de azufre atmosférico es un gas poco importante de momento en el efecto invernadero porque su aportación al calentamiento global es unas 500 veces menos importante que la del dióxido de carbono, debido a que su concentración es muy baja (en torno a entre 5 y 10 partes por trillón). Pero su capacidad para absorber radiación infrarroja es muy superior a la del CO2 (unas 37.000 veces) y su tasa de crecimiento es elevada, en torno al 4,1 por ciento anual, por lo que es necesario vigilar su evolución y emprender acciones para reducir sus emisiones. Este gas se produce de manera industrial para usarlo como aislante en equipos de electricos y tiene una larga vida en la atmósfera, en torno a los 3.200 años.

Respecto al óxido nitroso, N2O, que es el cuarto gas en importancia por su influencia en el aumento del efecto invernadero, su presencia en la atmósfera ha aumentado a un ritmo del 0,2 por ciento desde 2007. La presencia del óxido nitroso era antes de la revolución industrial de 270 moléculas por cada mil millones de moléculas de aire, mientras que en la actualidad la cifra es de 325. El óxido nitroso lo emiten a la atmósfera tanto fuentes naturales (en menor cantidad) como fuentes antropogénicas (quema de biomasa,uso de fertilizantes y varios procesos industriales).

En cuanto al metano, que es el segundo gas en importancia de incremento de efecto invernadero atmosférico, tras el dióxido de carbono, su presencia en la actualidad es la más elevada de los últimos 650.000 años. La tasa de crecimiento de este gas, CH4, fue elevada entre 1985 y 1991, mientras que entre 1999 y 2006 bajó a prácticamente cero, para volver a registrarse un incremento notable desde el último año citado, para superar las tres moléculas por cada mil millones de moléculas de aire seco desde entonces.

La fracción de metano en la atmósfera era de 715 moléculas por cada mil millones de aire seco antes de la revolución industrial y en la actualidad es superior a las 1.800. La contribución del metano al aumento del efecto invernadero es una tercera parte de la que provoca el dióxido de carbono, y se destruye en la atmósfera mediante reacciones químicas haciendo que cada molécula tenga una vida media en la atmósfera de ocho años.

En cuanto al dióxido de carbono, el gas de efecto invernadero más importante, su aumento es cada vez más acelerado, con un incremento anual de unas dos moléculas por un millón de moléculas de aire, y su vida media en la atmósfera de superior a los 50 años.

Fuente: EFEVerde

Los aerogeneradores producen 20 veces más energía que la utilizada en su fabricación

parque eólico - efimarketEs un hecho. La energía eólica es hoy en día ya la tecnología que más energía produce respecto al coste energético y de emisiones que representa su fabricación y puesta en marcha. En el Blog de Efimarket ya comentamos hace tiempo que la energía eólica es más barata que la nuclear. Ahora nuevas investigaciones abundan en los beneficios de esta tecnología limpia.

Durante la última década, los ingenieros y los científicos han estudiado las dudas acerca de la eficiencia de los parques eólicos. Ellos han demostrado que los aerogeneradores producen mucha más energía de la que necesitan para su fabricación, y que a pesar de que el viento tiene una estacionalidad difícil de estimar (un aerogenerador viene a funcionar unas 2.000 h/año de media), aun así disminuyen de forma importante las emisiones de carbono.

En el cálculo de estos ahorros de emisiones de carbono, los investigadores han tenido que considerar algunos factores como la exactitud y utilización de los pronósticos meteorológicos, así como la eficiencia de centrales eléctricas de respaldo de parques eólicos. Se concluye finalmente que el viento no es «carbono cero», pero es muy bajo en emisiones.

La enegía nuclear no puede competir contra el viento

Para evaluar el ciclo de vida de un parque eólico hay que sumar la energía necesaria para extraer, refinar, procesar y transportar los materiales de un aerogenerador, y añadir la energía utilizada para mantener y desmantelar un parque eólico en el final de su vida. A continuación, se comparan esto con la energía producida.

Un estudio de la Universidad de Vermont de 2010 reunió a los datos de 119 parques eólicos y se encontró que, en promedio, producen casi 20 veces la energía utilizada para construirlos, dos veces mejor que el caso de las centrales de carbón (Kubiszewski et al, 2010 ).

De los 69 parques que también informaron de las emisiones de carbono, el promedio de emisiones fue de 25 gramos de CO2 por cada unidad de electricidad generada, con un 98% de ahorro en emisiones respecto las centrales de carbón de potencia media. Esto concuerda con las cifras reportadas por otros como Weisser, 2007 y Tremeac y Meunier, 2009.

Figura 1 – ‘Retorno de la Inversión de Energía’ (EROI) de diferentes tecnologías. Esta es la cantidad de energía que producen, dividido por la energía necesaria para hacerlo funcionar. Un valor de 10 significa que el que generan 10 veces más electricidad que la necesaria para su puesta en marcha. La energía eólica supera claramente al carbón, que necesita mucha energía para la minería y el transporte del combustible. Las cifras de Kubiszewski et al, 2010 .

Las centrales de respaldo reducen el ahorro, pero aun así la eólica gana por goleada.

Cuando el viento amaina las demás centrales de energía tienen que asumir la carga. Sabemos que los arranques y paradas de una central energética son ineficientes: muchos de nosotros experimentamos esto cuando tenemos que pagar la diferencia en gasolina entre la conducción por ciudad, con contínuas paradas y arranques, y la conducción en carretera, a velocidad casi constante y sin problemas.

Valentino et al, 2012 han calculado el impacto de este efecto  sobre una base de datos meteorológicos reales y previsiones de viento para 15 emplazamientos en el estado de Illinois, EEUU. La ineficiencia de los arranques y paradas de las centrales de respaldo de los parques eólicos  dan un buen mordisco a los ahorros que aporta la energía eólica, pero dado que las centrales eléctricas más contaminantes se apagan antes que las demás, el ahorro sigue siendo grandes. Si Illinois consiguiera el 10% de su electricidad del viento, el ahorro en emisiones de CO2 sería de alrededor del 11%. Los ahorros son más grandes que un 10% debido a una cuarta parte de la potencia instalada en el estado de Illinois es nuclear, y no puede apagarse.

A medida que se agregara más potencia eólica, el ahorro crecería, obviamente. Pero si Illinois consiguiera el 40% de su electricidad a partir del viento, las emisiones de CO2 se reducirían sólo el 33%, mientras los reactores nucleares tendrían que producir algo menos.

Figura 2 – Fracción de la electricidad eólica (izquierda) y reducciones de las emisiones de dióxido de carbono (derecha), el gas principal responsable del calentamiento global, para el Estado de Illinois. Cifras reportadas por Valentino y otros, 2012.

Pero ¿qué pasa con los periódicos que decían el viento no es tan bueno, bonito y barato?

Algunos think tanks y periódicos han sido críticos de la energía eólica basandose en los cálculos de un par de jubilados holandeses, los físicos De Groot y Le Pair, que le fueron reportados en un artículo en la red. En el artículo se dejaba claro que:

«¿Cuánto eficiencia se pierde de esta forma y qué cantidad de combustible adicional se requiere para el equilibrio entre la oferta y la demanda? En este artículo se intenta hacer una conjetura».

Estos físicos retirados supusieron que la energía eólica no reduce las emisiones de CO2, un resultado muy diferente de Valentino y otros, que hizo uso datos reales de las centrales eléctricas. De Groot y los resultados Le Pair eran muy diferentes, ya que asumen que las previsiones de viento no se utilizan para gestionar la demanda y que todas las las centrales de respaldo eran las menos eficientes posibles.

Se dejaba claro en el artículo que estos autores no tenían datos reales y mostraban la esperanza de contactar con expertos que tuviesen datos reales o que pudieran mejorar significativamente sus estimaciones. Por suerte, Valentino y otros han hecho precisamente, y se puede comprobar que el resultado no es tan malo como se temía, ya que la energía eólica SI reduce de manera significativa las emisiones de CO2.

Lecciones

La energía eólica es baja en emisiones pero no está libre de ellasSu mayor problema es la necesidad de centrales de respaldo, que queman combustibles fósiles y son ineficientes (sobre todo en arranques y paradas). Incluso teniendo en cuenta estos efectos todavía se ahorraría emisiones de carbono en un estado como Illinois, aunque el ahorro global final depende mucho de la gestión de la red eléctrica y el clima local.

Incluso en áreas tan grandes como Alemania o Illinois existen importantes variaciones en la velocidad del viento, y mediante la dispersión de los parques eólicos en zonas alejadas entre ellas y la vinculación de las redes, eléctricas se consiguen reducir las fluctuaciones y las ineficiencias locales puntuales. También el almacenamiento de energía es una opción (elevando agua en centrales hidráulicas de bombeo o en un futuro almacenando en forma de hidrógeno la energía excedentaria). Sin embargo, esta última solución comprendería una inversión en energía importante para construir y aumentaría el coste, reduciendo el EROI.

Los think tanks y medios de comunicación se hicieron eco de  una ‘conjetura’, al que llamaron un «nuevo informe» que mostraba falsamente que los parques eólicos no reducen emisiones de CO2. Gracias al trabajo de Valentino y otros sabemos que estos primeros cálculos estaban equivocados. Al decidir qué tecnologías energéticas utilizar debemos incluir todos los costes, y esas decisiones deben ser resueltas mediante el método científico adecuado, en lugar de basarse únicamente en una ‘conjetura’.

Fuente: Ciencia Escéptica

Nuevo sistema ‘revolucionario’ para abaratar la reducción de CO2

De vez en cuando surge algún avance que lanza alguna esperanza de que un día logremos revertir el inexorable proceso del calentamiento global generado por la poco sostenible actividad humana. En Efimarket nos haremos eco de estas noticias, porque creemos que si los políticos dejan de ceder ante las presiones de los lobbys empresariales y empiezan a dignificar su trabajo con la toma de decisiones que realmente necesitamos, algun día podremos llegar a vivir sin destruir nuestro entorno, algo que tarde o temprano nos pasará factura también, y en un futuro no muy lejano pondrá en peligro nuestra supervivencia como especie .

El nuevo sistema consiste en un proceso de combustión con transportadores que quema el combustible con un óxido metálico de características especiales, que provoca que el CO2 quede apartado en la combustión y, por lo tanto, no haya que separarlo después, que es lo que eleva los costes.

«Este óxido metálico pierde el oxígeno, lo enviamos a otro reactor donde se regenera, vuelve a coger oxígeno, y se lo vuelve a dar al combustible. Es un proceso parecido a la sangre. La sangre se usa en el cuerpo para quemar y esa sangre va a los pulmones y se regenera», explica a Efe Juan Adánez, uno de los investigadores del proyecto.  En el sistema presentado ocurre lo mismo, ya que una vez regenerado se vuelve a quemar, un proceso ‘muy revolucionario’ que reduce el coste de la captura, que al final es lo que «empuja a poner en marcha estas tecnologías».

«Esto lo hace mucho más barato. Para que algo se ponga en marcha tiene que ser de bajo coste, que no te suba excesivamente el precio de la producción de la electricidad, porque si no es así no se utiliza», precisa el investigador.

El proyecto ha sido desarrollado en el Instituto de Carboquímica del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ubicado en la capital aragonesa, en colaboración con universidades europeas, fabricantes de calderas y grandes empresas petroleras del mundo.

El reto tecnológico necesario para controlar el cambio climático requiere reducir las emisiones de CO2 a un nivel muy superior al que se está llevando a cabo ahora. Para ello es imprescindible utilizar «procesos más avanzados» a los utilizados actualmente, indica Adánez, investigador perteneciente al Instituto de Carboquímica.

Uno de los sistemas que se ha desarrollado y puesto en marcha hasta ahora en algunos países como Noruega, Argelia, Canadá o Estados Unidos, consiste en capturar el CO2 y almacenarlo en formaciones geológicas, situadas a gran profundidad, donde se mantienen durante años.  De esta forma, se consigue evitar que las emisiones suban a la atmósfera y provoquen el calentamiento global, pero su elevado coste impide que se instale de forma generalizada en los diferentes países. Este inconveniente es el que ha impulsado al Instituto de Carboquímica del CSIC y a sus colaboradores a desarrollar un proyecto conjunto que tiene ya doce años de vigencia.

El plan de comercialización de este sistema, a pequeña y media escala, está previsto para el año 2020, en países como Suecia, España, Alemania, Holanda y Reino Unido donde las petroleras están muy interesadas en el proyecto.

En los últimos cuarenta años, las emisiones de CO2 a la atmósfera han pasado de 14 a 29 gigatoneladas al año, es decir el doble, una tendencia al alza que si no se frena con sistemas más avanzados acelerará el calentamiento global.

En este sentido, Adánez ha destacado que, para controlar el cambio climático, es necesario lograr que la temperatura media de la tierra no suba más de dos grados, para lo que habrá que reducir a la mitad las actuales emisiones de CO2 para el año 2050.

Fuente: MadrI+D

Las praderas submarinas almacenan mas carbono que los bosques

Un equipo internacional que cuenta con la participación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha descubierto que las praderas submarinas pueden almacenar el doble de carbono que los bosques templados y tropicales del planeta. El trabajo, publicado en el último número de la revista Nature Geoscience, confirma el papel tan relevante que estos ecosistemas cumplen en la mitigación de los efectos del cambio climático y el calentamiento global.

El estudio recoge el primer análisis global del almacenamiento de carbono en estas praderas. Se han compilado 3.640 estimaciones de carbono almacenado en el suelo y biomasa de 946 praderas submarinas distribuidas por todo el planeta. El trabajo demuestra que las plantas que rodean las costas pueden enterrar hasta 830 toneladas de carbono por hectárea en el suelo que albergan debajo, mucho más que cualquier bosque tropical, que tan solo tiene la capacidad de almacenar, de media, cerca de 300 toneladas por hectárea.

Sin embargo y a pesar de esta interesante virtud, las praderas submarinas son uno de los ecosistemas del planeta más amenazados. Según los científicos, se calcula que más de una cuarta parte de su extensión global se ha destruido, principalmente, por la eutrofización de la costa (debido a vertidos ricos en exceso de nutrientes) y los dragados del fondo, que están provocando que la tasa de pérdida global se acelere. «Las praderas pueden acumular depósitos de carbono orgánico en sus suelos de más de un metro de espesor», indica el investigador del CSIC en el Centro de Estudios Avanzados de Blanes Óscar Serrano. «En algunas como las de la especie Posidonia oceánica en el Mediterráneo, el espesor de estos depósitos puede ser de hasta más de cuatro metros», apunta.

Los investigadores también han calculado que, a pesar de que las praderas ocupan menos del 0,2% de la superficie oceánica, se encargan de enterrar más del 10% de todo el carbono anual que absorben los océanos. Según el estudio, estos ecosistemas acumulan el 90% del carbono que tienen en el suelo sobre el que crecen y, a diferencia de los bosques, continúan haciéndolo indefinidamente mientras sube el nivel del mar. «La gran capacidad de las praderas como sumideros se debe a que este ecosistema fija más carbono que el que consume o respira, a que parte de la producción neta del ecosistema se entierra y a que atrapan y entierran partículas de la columna de agua», indica el investigador del CSIC Carlos Duarte. «A diferencia de los suelos de los bosques, el sedimento en las praderas submarinas se acumula verticalmente mientras el nivel del mar sube y, por tanto, pueden aumentar su volumen a lo largo de siglos y milenios». Duarte también puntualiza que «La ausencia de fuegos en el mar contribuye también a que estos sumideros de carbono persistan».

Miguel Ángel Mateo, investigador del CSIC en el Centro de Estudios Avanzados de Blanes indica que «estos depósitos de carbono orgánico son el resultado de la acumulación durante siglos y milenios». En concreto, es en las praderas de Posidonia del Mediterráneo donde se ha encontrado la mayor concentración de carbono durante la realización de este trabajo.

Para los científicos, los resultados demuestran que «es fundamental conservar y restaurar las praderas submarinas para conservar su capacidad como sumidero de CO2». Su conservación, junto a la de los manglares y marismas, contribuiría a mitigar los impactos del cambio climático, además de preservar los beneficios que aportan a la sociedad.

Via MadrI+D

El desastre económico y ecológico del carbón

En un comunicado que  difundió hace unos días, CCOO muestra su «insatisfacción» por el incremento de las emisiones de dióxido de carbono, gas culpable de cambio climático. Según Comisiones, España se halla un 7,9% por encima del objetivo al que se comprometiera nuestro gobierno al ratificar el Protocolo de Kioto: «a falta de los datos definitivos, las emisiones totales de gases de efecto invernadero  crecieron en 2011 un 0’1% respecto al año anterior, mientras que las correspondientes a los sectores incluidos en el sistema europeo de comercio de emisiones (industrial y energético) subieron en un 9,2%».

El sindicato que viera la luz precisamente en las cuencas mineras (carboneras) de Asturias y León, afirma en el comunicado que «el mayor uso en 2011 de carbón para generación eléctrica ha propiciado un repunte de las emisiones de CO2 en 73 millones de toneladas, un 25% más que en 2010, y ello, a pesar de la caída de la demanda eléctrica (1,2%). Además, España ha incrementado el uso de carbón importado y sólo ha cumplido el 80% del objetivo de quema de carbón nacional que establece el RD 134/2010».

CCOO lamenta que «la reducción de la intensidad de emisiones» en los sectores industriales sea «decreciente y en valores insuficientes» (la industria ha presentado un dato menos malo que el del año pasado pero muy alejado aún del objetivo comprometido). Según Comisiones, la caída de la producción, debida en su mayor parte a la crisis, no se ha traducido en una reducción de la intensidad de emisiones «adecuada», un factor que el sindicato califica de «preocupante», dado el hecho probable de que el protocolo que suceda a Kioto podría ser más ambicioso aún en el recorte de emisiones. Frente a ello, y en aras tanto del cumplimiento de Kioto como de la futura competitividad de la industria española, CCOO considera que son «necesarias» medidas de ahorro y eficiencia energética en las instalaciones.

En el mismo comunicado el sindicato califica como «muy preocupante a medio y largo plazo la eliminación de los incentivos al desarrollo de energías renovables (supresión de las primas para nuevas instalaciones y parálisis en la regulación de la normativa para el autoconsumo con balance neto)». Según Comisiones, si no se apoyan las energías renovables, a las que el sindicato considera «el principal factor de reducción de las emisiones energéticas en años anteriores», no se podrán cumplir los compromisos internacionales sobre cambio climático: «perderemos, además, un sector industrial pionero en I+D+i, que disminuye nuestra dependencia energética y que genera empleo». Según todos los estudios, las energías renovables generan más empleo desde hace al menos un lustro que la nuclear y el carbón juntos.

Por fin, CCOO reconoce que en los sectores difusos –edificación, transporte– caen las emisiones «como consecuencia de la menor actividad económica», pero al mismo tiempo señala que, por una parte, ello no ha sido debido a las políticas de mitigación –»no han sido significativas en ese descenso»– y añade por otra que, antes al contrario, «en muchos ámbitos» incluso se han reducido los incentivos para el ahorro de energía: «modernización energética de edificios, cambio modal en el transporte, planes de ahorro y eficiencia energética y otros nuevos, como la fiscalidad ambiental, se han caído totalmente de la agenda política». El sindicato propone que las subastas de los derechos de emisión de la tercera fase (2013-2020) se dediquen a la financiación de medidas y políticas encaminadas a la reducción de emisiones en todos los sectores.

Fuente: energias-renovables.com

El invernadero Tierra

Planeta tierraLa responsable de la campaña de cambio climático de Greenpeace España, Aida Vila, asegura que «Según los datos que barajamos, la lucha contra el calentamiento global requiere que las emisiones de Gases de Efecto Invernadero tiendan a 0 para 2050; después hemos de seguir emitiendo a niveles pre-industriales»

Esta medida evitaría que la temperatura terrestre se elevara dos grados durante este siglo, la cual ya ha subido, globalmente, 0,8 grados. La media española es de 1,5 grados. Si, por el contrario, seguimos los compromisos propuestos por los países tras la cumbre de Copenhague, el mercurio podría subir hasta cuatro grados más la temperatura terrestre en el presente siglo.

El efecto de los Gases de Efecto Invernadero (GEI) se mide con un número, denominado Potencial de Calentamiento Global (PCG), que expresa el potencial de ese gas en comparación con el que posee el mismo volumen de CO2 durante el mismo periodo de tiempo. El dióxido de carbono, CO2, es el referente, por eso, su PCG es siempre 1.

Los gases que provocan el denominado efecto invernadero son los siguientes.

  • Dióxido de carbono (CO2). Es el más abundante, con diferencia, debido a la gran cantidad de combustiones de carburantes fósiles y a la deforestación. No es el que más PCG tiene, pero es muy preocupante por su abundancia y el hecho de que pueda permanecer en la atmósfera más de 100 años. En la era pre-industrial, su concentración en la atmósfera era de 270 partes por millón (ppm); en 2004 batió su récord, con más de 380 ppm.
  • Metano (CH4). Su PCG es 21. Se elimina en 12 años, pero es el que más aumentado con la industralización, un 151%, debido al crecimiento del sector ganadero y al aumento de residuos urbanos.
  • Óxido nitroso (N2O). Su PGC es 310, un valor muy elevado. Además, el N2O se acumula en la estratosfera y persiste durante más de 114 años. Este gas es producido por las centrales energéticas que se alimentan de carbón, por los automóviles y por los fertilizantes que se utilizan en la agricultura. En la actualidad, su concentración es la más alta del milenio.
  • Ozono troposférico (O3). Se produce al quemar combustibles fósiles entre el nivel del mar y los 10 kilómetros de altura y suele aparecer en las épocas más calurosas, en zonas con industrias y mucho tráfico. No hay que confundir este ozono con el que se encuentra en la estratosfera, ya que el que producimos es nocivo para la salud y el medio ambiente.
  • Halocarburos (CFC). Se trata de los perfluorocarbonos (PFC), los hidrofluorocarbonos (HFC) y el hexafluoruro de azufre (SF6), que contienen flúor, cloro y bromo. Como, a parte de ser GEI, afectan a la capa de ozono, están regulados por el Protocolo de Montreal y han sido sustituidos por otros gases que no afectan a la capa de ozono pero, tienen muchísimo más potencial de calentamiento, entre 9.000 y 23.900 veces más, que el CO2.

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Fuente: Madri+d

Una extraña partícula que podría frenar el calentamiento de la Tierra

Molecula Birradical CriegeeQue el efecto de la mano del hombre no ha sido lo mejor que le podía pasar al Medio Ambiente es algo que ya casi nadie duda. Lo que quizás levanta más sospechas es si algún día seremos capaces de modificar nuestras conductas y hábitos y empezar a proteger nuestro entorno, ese que alberga cualquier traza de vida y cuya salud marca la diferencia entre unas condiciones de vida óptimas y la mayor de las oscuridades.

El caso es que el calentamiento global es cada día más evidente, y los científicos de todo el mundo buscan la forma de poner fin a este aumento en la temperatura de nuestro planeta. Ahora, un grupo de químicos británicos y estadounidenses, pertenecientes a la la Universidad de Manchester, la Universidad de Bristol y los Laboratorios Nacionales Sandia han descubierto una molécula denominada birradical Criegee que puede ayudar a combatir este calentamiento. Los resultados de su trabajo han sido publicados en la prestigiosa revista Science y -según parece- el efecto de enfriamiento se produce gracias a que esta molécula se comporta como un poderoso oxidante del dióxido de nitrógeno y dióxido de azufre, conocidos contaminantes atmosféricos.

Producción masiva

Según han explicado, estos birradicales pueden obtenerse a partir de oxígeno y gas metano. Una vez dispersados en la atmósfera, son capaces de transformar el dióxido de nitrógeno y dióxido de azufre en aerosoles que ayudan a formar nubes en la atmósfera que contribuirían a enfriar el planeta. A pesar de que este artículo es el responsable de la repentina fama de estos radicales, su existencia se conoce desde hace unos 60 años, cuando fueron postulados por primera vez por Rudolf Criegee. Sin embargo, nunca habían sido detectados. Para encontrarlos han utilizado un dispositivo que aprovecha la radiación emitida por un sincrotrón del Lawrence Berkeley National Laboratory, y posiblemente algún día puedan ser ‘fabricados’ en enormes cantidades para -una vez liberados a la atmósfera- contribuir a detener el calentamiento global.

Obviamente, antes de siquiera pensar en embarcarse en un proyecto semejante, habría que analizar profundamente cuáles serían sus efectos a largo plazo para evitar terminar como Venus.

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Fuente: Madri+d