Las algas están de moda. Su utilidad manifiesta para la creación de biocombustibles sigue generando un interés inusitado, aunque el desarrollo de esta tecnología como sustituto de los procedimientos actuales para la producción de gasolina están aun a años luz de conseguir una escalabilidad industrial viable.
Para la mayoría de los europeos eran, hasta hace poco, tan solo esos molestos vegetales viscosos que se enredan en los pies al pasear por la playa. Gracias a la popularización de la comida asiática y a grandes chef como Ferrán Adriá, que las han incluido en sus menús, se comenzó a apreciar el sabor de las algas en nuestros platos. También son utilizadas para la industria cosmética. Pero la última y más ecológica conquista de los vegetales marinos es su gran potencial como combustible biológico.
En enero un estudio del Departamento de Energía estadounidense afirmaba que la productividad de las algas para hacer etanol podría ser el doble que la de la caña de azúcar y cinco veces superior a la del maíz. Ahondando en esa veta de esperanza, se ha presentado en Londres un ensayo de la Unión Europea, liderado por la empresa española Aqualia, que pretende utilizar los nutrientes de las aguas residuales para abonar algas marinas y transformarlas en biocombustible.
La Unión Europea ha aportado siete millones al experimento
“Hasta ahora la producción de algas se había utilizado para la industria de los cosméticos y para la cocina pero ahora pretendemos darle un nuevo uso”, dijo Frank Rogalla, director de este proyecto. Rogalla defiende las algas como una nueva fuente sostenible de producir biocombustible frente a las generaciones anteriores, criticadas por utilizar alimentos de consumo masivo (como maíz), que elevaban el precio de los productos básicos e implicaban la ocupación de enormes extensiones de tierra con monocultivos.
La viabilidad del proyecto ya ha sido comprobada en laboratorio y ahora se pretende es comprobar que puede funcionar a gran escala. Si el resultado es positivo en cinco años nuestros coches podrían funcionar con gasolina hecha de residuos humanos y algas, algo tan escatológico como sorprendente.
El sol para la fotosíntesis de las algas es un elemento vital en el proyecto, que se autoabastecerá con luz solar en vez de electricidad. Por eso se ha elegido Chiclana de la Frontera (Cádiz) para llevar a cabo el gran ensayo a nivel industrial. En la iniciativa participan seis países: Alemania, Reino Unido, Holanda, Austria y Turquía, pero es la española Aqualia la que lidera el proyecto.
Las microalgas son un cultivo de rápido crecimiento
La subsidiaria de gestión de aguas de FCC es la mayor inversora privada la iniciativa, que costará un total de 12 millones de euros. La Unión Europea ha aportado siete millones (un 58% del total). La investigación comenzó a principios de año y se alargará hasta 2016. Durante ese tiempo se indagará en qué tipo de alga da mejores resultados y se verificará cuán eficaz es el proceso, desde el crecimiento de los cultivos acuáticos hasta su uso en vehículos.
Las aguas residuales procedentes de la estación depuradora de El Torno serán utilizadas como abono para este gran experimento que abarcará diez hectáreas (unos diez campos de fútbol como el Bernabeu). Si se logra el objetivo en productividad este terreno podrá producir 3.000 kilos de algas con un contenido en combustible del 20%, o sea, suficiente biodiesel para llenar el depósito de 400 coches al año, según explicaron en la presentación del proyecto en Londres. La española Aqualia se beneficiará del proceso gestionando las aguas que salgan depuradas de manera natural por las algas y sin necesidad de electricidad ni emisiones de CO2.
Rogalla destaca entre las ventajas e innovaciones del proyecto, llamado All-Gas, la mejora de la eficiencia, porque las microalgas son un cultivo de rápido crecimiento, así como la eliminación simultánea de nutrientes de las aguas residuales y la recolección y procesamiento de la biomasa para el aceite y otras extracciones químicas.
La tecnología funciona de una manera similar a las plantas de tratamiento de aguas residuales convencionales. La diferencia es que, mientras la técnica tradicional convierte la suciedad en energía utilizando electricidad, el All–Gas pretende llegar al mismo resultado utilizando la luz solar. Las aguas residuales aportan al alga una gran cantidad de nutrientes. Gracias a ellas, si en cinco años el proyecto se muestra viable a gran escala, lo que se cuela por la cisterna del retrete se podría convertir en gasolina para nuestros coches y lo que hasta ahora teníamos que tratar como un residuo se convertirá en un recurso de gran valor.
Fuente: El País