¿Cual de estos tres tipos de cocina es preferible desde el punto de vista ambiental: vitrocerámica convencional, de inducción o gas? Algunas comparativas de marcas de electrodomésticos dan como ganadora a la moderna placa de inducción. Sin embargo, si lo que se busca es reducir las emisiones de CO2 relacionadas con el cambio climático, lo mejor todavía sigue siendo el gas.
Según los datos de un fabricante, la vitrocerámica de inducción tardará menos de seis minutos en calentar 1,5 litros de agua de 15 a 90º C, mientras que la convencional necesitará algo menos de diez y la de gas cerca de once. Una de las grandes ventajas del sistema de inducción es su rapidez, lo que reduce mucho su consumo de energía.
Las vitrocerámicas son cocinas con una placa de vidrio entre la fuente de calor y la cacerola en la que se va a guisar. Las eléctricas convencionales utilizan una resistencia que calienta el cristal vitrocerámico y el cacharro con la comida.
En cambio, las de inducción transmiten el calor directamente al recipiente a través de un campo electromagnético sin necesidad de calentar antes el vidrio de en medio, lo cual convierte a estas placas en mucho más eficientes, en especial, en cocciones rápidas (como las frituras), en las que se nota más la ventaja de no tener que esperar a que se caliente primero la superficie intermedia.
En cuanto a las de gas, las tradicionales generan una llama sobre la que se pone directamente el cacharro de cocina.
Según datos de los fabricantes, para calentar 1,5 litros de agua hasta 80ºC se necesitarán unos 0,19 kWh con la inducción, unos 0,21 kWh con la vitrocerámica convencional y unos 0,29 kWh térmicos con la de gas. Sin embargo, como explica Cristina Cañada, del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), todo esto cambia cuando lo que se mide son las emisiones de CO2, pues resulta mucho más eficiente producir calor con gas que con electricidad.
De acuerdo a los datos del IDAE, en una cocina de gas natural se emiten unos 200 gramos de CO2 para generar cada kWh, mientras que la vitrocerámica convencional contribuye a producir 450 gramos por kWh y la de inducción 360 gramos por kWh. En las primeras se contabilizan las emisiones de quemar de forma directa el gas en las cocinas, mientras que en las otras hay que tener en cuenta el CO2 generado de media por el conjunto de centrales utilizadas en España para generar la electricidad con la que producir el calor necesario. Por tanto, en cuanto a emisiones, las cocinas tradicionales de gas aun van por delante.
Lo que también está muy claro es que las cocinas menos eficientes de todas son las vitrocerámicas eléctricas convencionales. Según el IDAE, el cambiar esta cocina por una de inducción supone una reducción del consumo de energía de cerca del 20%. El problema es el precio: Una vitrocerámica convencional eléctrica cuesta unos 300-350 euros, la mitad que una de inducción. Aunque existen ayudas del Ministerio de Industria, gestionadas por las Comunidades Autónomas, para estimular la sustitución de vitrocerámicas por otras más eficientes de inducción o de gas. “Uno de los requisitos es que la subvención no puede superar el 25% del precio de la venta al público de la cocina”, detalla Cañada.
En el balance ambiental de una cocina resulta determinante su consumo de energía para calentar los alimentos. Según datos del grupo BSH, más del 90% del impacto de una placa eléctrica se produce durante su uso, por los efectos derivados de la generación de la energía. Esto significa que su incidencia en el medio ambiente será muy distinta en función de cómo se produzca la electricidad en el país, pudiendo llegar a ser mejores que la de gas si sigue aumentando la participación de las energías renovables.
Y esta gran importancia de la etapa de uso supone también que puede variar mucho su impacto según cómo se cocine. Es decir, dependiendo de cómo se utilicen los focos de calor, los tiempos de los platos elaborados, el tipo de olla empleada…
Fuente: EcoLaboratorio
El penúltimo párrafo es la clave. Existen comercializadoras de electricidad que sólo compran en el mercado de productores a los productores de renovables verdes, con lo que el consumidor PUEDE apoyar el desarrollo de estas energías, sin pagar más por ello. Despues de leer el artículo, yo personalmente reinterpreto que una placa de inducción con uno de estos contratos de energía verde puede ser la mejor alternativa desde el punto de vista ambiental y de emisiones de CO2.
Muchas gracias, Mmartrol, por tu comentario. Aunque la electricidad que a ti te llega sea la que llega a todas partes (la electricidad se mezcla en la red al verterse desde cada central, como es logico, independientemente de cual sea su origen), es una buena iniciativa contratar con comercializadoras que operan en el mercado sólo con compra-venta de energía de origen renovable. De esta forma estamos apoyando al mercado renovable y transmitiendo la señal de que hay una demanda de esos productos, lo que a la larga promociona la construcción de más plantas renovables.
Un saludo