Según el último boletín anual de la OMM sobre esos gases, presentado ayer en Ginebra, desde la era preindustrial (1750) se han emitido a la atmósfera cerca de 375.000 millones de toneladas de dióxido de carbono, de los que la mitad permanece en la atmósfera, mientras que el resto ha sido absorbido por los océanos y la biosfera (los seres vivos de la Tierra).
La presencia de dióxido de carbono y de otros gases de larga duración con la propiedad de retener el calor son la causa del aumento del 30 por ciento del efecto de «reforzamiento radiativo», a partir del cual se explica el calentamiento del planeta presentado en el informe.
La principal fuente de carbono en su forma de dióxido es la quema de combustible fósil, como petróleo y gas, y el uso de la tierra (deforestación de bosques tropicales).
Larga vida del CO2 en la atmósfera
Los millones de toneladas de carbono en la atmósfera «permanecerán en ella durante siglos, lo que provocará un mayor calentamiento de nuestra planeta e incidirá en todos los aspectos de la vida en la Tierra», advirtió al presentar el boletín el secretario general de la OMM, Michel Jarraud.
«Aunque detuviéramos las emisiones mañana, lo que sabemos que no es posible, tendremos estos gases en la atmósfera por miles de años«, agregó, para enseguida señalar que no sólo su concentración aumenta, sino que el ritmo al que lo hace se acelera cada vez más, de manera exponencial.
Peor aún, los científicos no pueden asegurar que el planeta seguirá teniendo la capacidad de absorber las cantidades de carbono y otros gases que también contribuyen al cambio climático, como ha sucedido hasta ahora.
«Ya hemos observado que los océanos se están volviendo más ácidos como consecuencia de la absorción de dióxido de carbono, lo que puede repercutir en la cadena alimenticia submarina y los arrecifes de coral», dijo Jarraud.
En ese sentido, admitió que la ciencia aún no tiene una plena comprensión de las interacciones entre esos gases, la biosfera terrestre y los océanos.
Dióxido de carbono
El dióxido de carbono es el más abundante de los gases de efecto invernadero de larga duración y su concentración actual representa un 40 por ciento más que en la era preindustrial, pero el metano y el óxido nitroso también juegan un papel en este fenómeno.
El primer gas ha sido responsable del 85 por ciento del «reforzamiento radiativo» en los últimos diez años, el metano ha contribuido en un 18 por ciento y el óxido nitroso en aproximadamente un 6 por ciento.
El 60 por ciento del metano -cuya presencia ha alcanzado un máximo sin precedentes con 159 por ciento más que a mediados del siglo XVI- proviene de los cultivos de arroz, la explotación de combustibles fósiles, vertederos o combustión de biomasa, así como de rumiantes, mientras que el resto proviene de fuentes naturales (humedales y termitas).
Entre las fuentes del óxido nitroso se encuentra igualmente la combustión de biomasa, así como el uso de fertilizantes y procesos industriales, y su presencia en la atmósfera supone hoy un 20 por ciento más con respecto al nivel preindustrial.
Vía EFEVerde