Pudimos leer en noticias de la agencia EFE hace unos días que el ministro polaco de Medio Ambiente, Marcin Korolec, y el secretario de Estado de Agricultura español, Federico Ramos, firmaron un acuerdo por el que España compra a Polonia derechos de emisión de CO2 por un importe de 40 millones de euros con el objetivo de cumplir con el protocolo de Kioto.
La noticia, que se describe con un optimismo exagerado, como si España hubiera ganado la Eurocopa, indica que Polonia deberá dedicar ese dinero al desarrollo de proyectos en los sectores de biomasa, la generación eléctrica a partir de biogás, y la mejora de la red eléctrica para la interconexión de proyectos eólicos.
Tras la firma del documento el secretario de Estado español destacó que se trata de un acuerdo beneficioso para ambas partes, ya que «permite hacer frente a nuestros compromisos de Kioto, a la vez que Polonia recibe fondos para ser invertidos en iniciativas de reducción de emisiones».
«Esperamos que estos fondos también pueden ayudar a atraer inversiones privadas españolas en tecnologías bajas en carbono», como ya sucedió tras un acuerdo previo similar, añadió Ramos.
A esto se le llama hacer de las debilidades una virtud: de una «sanción» por no cumplir los compromisos de reducción de emisiones, saco tajada consiguiendo contratos para empresas españolas. No, si al final nos quieren vender la moto de que va a resultar más rentable no cumplir Kioto y todo…
Se trata de la octava venta que realiza Polonia de derechos de emisión desde 2009, aunque ésta es la más importante en valor y volumen. España ya ha acudido anteriormente a países como Hungría, Letonia y la República Checa para compensar con inversiones el aumento de sus emisiones por encima de los compromisos de Kioto. Y es que también en esto estamos a la cola de Europa, no solo en creación de empleo, educación y situación económica. «Al menos somos coherentes», imaginamos que dirán nuestros gobernantes.
Redacción Efimarket